jueves, 23 de abril de 2009

Me siento Bob Esponja


No, no vivo en una piña debajo del mar ni soy el mejor amigo que puedes tener. ¿Por qué me siento así? Me explico: en tres meses bajé ocho kilos. De tener una condición paupérrima (así lo indican mis estudios previos) ahora soy “saludable”, con bajo riesgo por morir tras comerme dos tacos de carnitas o su equivalente. 
No obstante, mientras los kilos se van, algunas mañas, manías y traumas han llegado. He aquí los primeros que recuerdo:
  1. Síndrome de Bob Esponja. Es un poco frustrante ir al gimnasio y sentirme como el célebre personaje amarillo. Ya saben: mientras todo mundo está mamadísimo y levanta 78543095 kilos con un brazo, yo y mis bracitos con trabajos levantamos… tres barritas.
  2. Síndrome de Bonafont. Tomo agua como desquiciado y voy a… (ya saben dónde) tres millones de veces al día.
  3. Síndrome de la novia a dieta: ¡Leo las etiquetas de los productos! Calorías, sodio, carbohidratos, porciones por empaque. ¡Fue horrible, fue horrible!
  4. Síndrome de Fangoria (¿la han visto? Con un corsé se hace a webo una cintura de 18 centímetros). El clímax de la felicidad son las tallas en los pantalones. Ya no soy talla 33 o 34. Soy 31.
  5. Síndrome de calculadora Cassio: “Tres tacos al pastor se traducen en 20 minutos MÁS de caminadora. Chales”.

¡Extra!
¡El verdadero Bob Esponja! 
(la foto no la tomé yo, cabe aclarar)

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